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Una misma obra literaria pudiera significar cosas distintas para distintos lectores. Ese pudiera ser el caso del dramaturgo inglés Wliiam Shakespeare. Recientemente, un artículo del diario The Economist, al considerar la remodelación de la Biblioteca Folguer en Washington DC, comenta que para la derecha, Shakespeare es "vulgar" y algunos de sus libros han sido questionados por el sistema de educación pública del estado de Florida. Para la izquierda, el escritor inglés representa la masculinidad blanca y misógina de un pasado que hay que combatir. A pesar de esa amplitud interpretativa, pocas veces se lee a Shakespeare, o a cualquier otro escritor clásico, buscando atisbos de lo divino. ¿Pudiera una obra literaria iluminar nuestra fe? Quizás deberíamos empezar reconociendo que hay historias en la Biblia que revelan algo de Dios, incluso cuando a Dios no se le menciona.
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Ser el único ser humano vivo en el planeta es un horror propio de la ciencia ficción. La soledad profunda y extrema es terrorífica y, sin embargo, es un sentimiento que experimentan una de cada cinco personas en el mundo. Es la soledad de gente rodeada de gente. Ya sea física, emocional o existencialmente, más de 2,000 millones de seres humanos creen no tener compañía alguna en un planeta sobrepoblado. Aunque ese tipo de sentimiento de soledad es atribuido a circumstancias personales, pudiera existir una propensión neurológica a sentir el aislamiento y la soledad. Interesantemente, este no parece ser un fenómeno exclusivo del individualista mundo industrializado. De hecho, los sentimientos de soledad absoluta son cada vez mas prominentes en las sociedades tradicionales y no industrailizadas de África y Asia. Desafortunadamente, personas con estos sentimientos extremos de soledad pululan las comunidades de fe cristiana que dicen basarse en la cercanía relacional, el cuidado mutuo y la consideración que resultan del amor sacrificial.
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El pedagogo norteamericano Samuel Mehr, de la Universidad de Harvard, propone que los seres humanos cantan de las mismas cosas en las mismas circunstancias, con estructuras musicales similares, aunque pertenezcan a culturas diferentes. El estudio investiga más de 300 sociedades tradicionales concluyendo que, sin importar la distancia geográfica, racial o étnica, la música parece tener un lenguaje universal. Otros investigadores rechazan esa noción y consideran que la mayoría del mundo occidental no sabría descifrar ni los temas, ni patrones del Yaegoromo, una canción japonesa del siglo XII. Para bien o para mal, la comunalidad de patrones musicales es evidente, más que nunca, en la música contemporánea. De hecho, los grandes éxitos musicales tienen melodías cada vez más simples y repetitivas. Quizá no necesitemos de investigación científica para darnos cuenta de que las canciones que triunfan tienen un número mayor de notas por segundo, múltiples capas de voces e instrumentos y una producción que cuida cada sonido. Por eso, la única manera de evitar abrumar e incomodar a los oyentes es simplificar melodías y letras. Pero para los que usamos la música como medio litúrgico, ¿estaremos cayendo en el misma simpleza?
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Con frecuencia olvidamos que como lengua viva, nuestro idioma está sujeto a cambios; palabras que nacen y palabras que mueren. Por eso, consideramos un neologismo de profundas implicaciones éticas, tanto personal como socialmente. Hace pocos años, la Fundación del Español Urgente (Fundéu) aceptó la palabra que da nombre al miedo, rechazo o aversión a los pobres. Lamentablemente, la realidad que describe la hizo prominente hasta el punto de convertirse en “palabra del año” en 2017, siendo incluida en el Diccionario de la Lengua Española. La palabra “aporofobia” se le debe a Adela Cortina Orts, catedrática de Filosofía Moral en la Universidad de Valencia, España. La profesora Cortina es autora de Aporofobia, el rechazo al pobre: Un desafío para la democracia (Paidós, 2017), que consideramos en esta conversación. Ahí, se muestran formas de combatir la aporofobia que van desde la educación, la mobilidad económica y el compromiso a la justicia, llegando incluso a la manipulación genética. Pero, si la aporofobia es un problema de condición -como otros pecados- quizás deberíamos también buscar la transformación total del ser que propone Jesucristo.
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EL deseo de ser reconocido y recibir el respeto debido es una necesidad emocional común y saludable en cada ser humano. En un artículo publicado por Christianity Today, el autor, Griffin Gooch, confiesa que, aunque Jesús no se aferró a su estatus, él trata de hacerlo todo el tiempo. Griffin, igual que muchos de nosotros, desea ser reconocido, alcanzar renombre y abrirse camino a base de una elevada reputación. Y aunque ese deseo pudiera ser normal, cuando raya con la obsesión es cuestion de salud mental. Además, alcanzar renombre y abrirse camino a base de falsedades es típico de la falta de integridad de un cínico. Es interesante notar que, para algunos, Jesucristo no gozaba de buena reputación y solo recibió el reconocimiento que realmente importa.
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Es Gerente de Radio Moody. Licenciado en Comunicación por The Moody Bible Institute, y Masters en Teologia por McCormick Theological Seminary, y estudios de posgrado en The Lutheran School of Theology. Es profesor de Historia Eclesial en el Seminario Biblico Hispano de Chicago. En la actualidad, produce y presenta el podcast Entre Amigos. Es colaborador del portal Ideas y Voces. Su larga trayectoria como productor de medios lo ha llevado a ofrecer talleres de capacitación por Estados Unidos, América Latina y Europa.
Aliada en la creación y análisis de estrategias empresariales, ofrece consultoría en soluciones sustentables. Aficionada a la lectura y al estudio de la cultura y la sociedad. Vive entre Estados Unidos y México y disfruta conversando entre amigos y sus largas caminatas con Chica, una labradoodle incansable.
Escritor, blogero, conferencista y teólogo, Guillermo ha mantenido una extensa actividad en la creación de materiales para diferentes agencias cristianas. Es autor de varios libros de reflexión teológica, formación pastoral y exposición bíblica.