This site uses cookies to provide you with more responsive and personalized service and to collect certain information about your use of the site. You can change your cookie settings through your browser. If you continue without changing your settings, you agree to our use of cookies. See our Privacy Policy for more information.
15 de Agosto del 2021 | Oseas 6:7–7:2
Desafortunadamente, el pecado no es un evento de una sola vez. Santiago 1:14–16 describe su clara progresión: “Cada uno es tentado cuando sus propios malos deseos lo arrastran y seducen. Luego, cuando el deseo ha concebido, engendra el pecado; y el pecado, una vez que ha sido consumado, da a luz la muerte. Mis queridos hermanos, no se engañen”.
El enemigo nos engaña distorsionando los beneficios del pecado y minimizando las consecuencias. Y Satanás no está satisfecho con un solo pecado. Él quiere que lo repitamos, que lo alimentemos, que lo hagamos nuestro, para que pueda lograr todo su propósito destructivo (es decir, que llegue a crecer más y más), lo que conduce a una muerte segura de todo tipo. Espiritual, relacional, mental, emocional: todos los aspectos de nuestra vida son vulnerables al atractivo del pecado.
El pueblo de Dios existía en la “etapa” final del proceso del pecado: “Son como Adán: han quebrantado el pacto, ¡me han traicionado!” (6:7). Sus líderes corruptos habían cometido crímenes vergonzosos (7:1). Oseas repitió la acusación sobre la prostitución de Israel, acusación que seguiría teniendo resonancia personal para él. Luego pronunció juicio sobre todo Israel que se perdió la obra de sanidad de Dios debido a los crímenes recurrentes. Por ejemplo, robaron y mintieron, escribió Oseas (7:1).
Pero lo que hizo que esta situación fuera aún más trágica fue la ceguera de Israel al pecado. Estaban tan consumidos (NVI, usa “cercados” en 7:2) por su pecado que ya no lo veían como tal. El pecado se había vuelto normal para ellos y su conciencia estaba entumecida. Tampoco se dieron cuenta de que Dios llevaba una estrecha cuenta. Recordó “todas sus maldades” (v. 2). Esta progresión del pecado es un patrón muy usado que comenzó en el Huerto, se mantuvo cierto para el pueblo de Dios en el tiempo de Oseas y todavía nos atrapa hoy.
|
|
|
|
POR KELLI WORRALL |
|
Kelli Worrall es profesora de comunicación y catedrática en el departamento de Música, Artes y Medios del Instituto Bíblico Moody. Es autora de dos libros, uno junto a su esposo Peter. Es graduada de Cedarville University (BA), con estudios de postgrado enTrinity Evangelical Divinity School (MRE) y Roosevelt University (MFA). Ella y su esposo son conferencistas regulares en eventos y retiros. Viven en el noroeste de Illinois con sus dos hijos. |